lunes, 16 de febrero de 2015

Historias y leyendas enriquecen aporte cultural del Carnaval de Oruro

El Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, se consagra en la expresión más importante de la cultura, folklore y tradición bolivianas, por el sincretismo entre la fe y devoción a Nuestra Señora del Socavón, y las manifestaciones folklóricas que se dan en un recorrido de miles de devotos danzantes.

La máxima manifestación folklórica devocional del país, se desarrolla en pleno altiplano, la ciudad de Oruro, denominada como Capital del Folklore de Bolivia, por el aporte importante que brinda desde tiempos inmemorables.

El departamento de Oruro es considerado como la cuna de una de las civilizaciones más antiguas de Latinoamérica, los "Urus", quienes fueron consagrados como un bastión importante de la Audiencia de Charcas, porque por varios años fueron los minerales extraídos de las entrañas de sus montañas, que les dio el sustento correspondiente no solo a Bolivia, también a España.

De esta manera Oruro se convierte en un gran centro donde se generan un legado importante de leyendas y tradiciones, particularmente de la época del Carnaval. Convirtiéndose en una de las más importantes y significativas de sus leyendas, la que evoca al "Tío", por su relación directa con los mineros.

La imagen del "Tío", denominativo que se le da al diablo, es motivo del culto en todo el ámbito minero de Bolivia, porque según creencias andinas, es el dueño de los socavones de donde se extrae el mineral.

LEYENDA

Haciendo caso a la mitología, el Carnaval de Oruro tiene origen en la Leyenda del Semidiós Huari y los Urus.

El gigante Huari había hecho una de sus principales guaridas en el interior de los cerros de Uru-Uru, en cuyas proximidades habitaba un pueblo de pescadores y pastores de llamas, el más diligente en su culto a Inti (el Sol). Todas las mañanas Huari era despertado por la primogénita y bella hija de Inti, Inti Huara (la Aurora), enamorándose de ella, queriendo tomarla a la fuerza provocando la ira de Inti y encerrándolo en su guarida.

Huari tomó la forma humana del apóstol de una nueva religión; ansiosos de riquezas, los Urus abandonaron el trabajo cotidiano, dejaron de orar a Inti para concurrir a reuniones nocturnas en que se abusaba de la chicha de los valles, bebida que antes desconocían.

Después de copiosa lluvia se abrió el cielo cortado por el arco iris, de donde salió una Ñusta de singular belleza y de espíritu superior, escondida tras unos ojos almendrados y oscuros.

Poco a poco, los hombres y sus actos volvieron a ser lo que fueron; revivieron tradiciones, costumbres, religión y ordenamiento social. Se impuso el quechua sobre el dialecto uní, y el campo habría recobrado y aún superado su escasa fertilidad.

Huari, en venganza, desencadenó sucesivamente cuatro plagas sobre el arrepentido pueblo: una víbora, un sapo y un lagarto de tamaños descomunales, e innumerables y voraces hormigas.

Pero la Ñusta se enfrentó en batallas épicas y devolvió la tranquilidad al pueblo, dejando los rastros de los monstruos por diferentes sectores de la región. Cosas de la naturaleza, coincidencias que asombran: en las montañas donde, según la leyenda, la Ñusta petrificó a la víbora y al lagarto, las sobresalientes y sinuosas rocas figuran los cuerpos destrozados de ambos animales.

Y no hace muchos años que la mole gigante del sapo ha sido destruida para evitar que siguiera siendo objeto de la superstición popular. Por su parte, los arenales, que bordean la ciudad de Oruro (la antigua Uní Uru) por el Este, nos sugieren visiones de las infernales hormigas.

Las creencias de los devotos a Nuestra Señora del Socavón manifiestan que esa Ñusta era la imagen sagrada, por lo que la veneran y bailan disfrazados de diablos y representan la lucha del bien contra el mal, donde la virgen protectora vence ante las acechanzas de Satanás.

NINA NINA

Cuenta la leyenda que en el año de 1789 cuando la minería se encontraba en su auge, Oruro se proyectaba como una ciudad promisoria, futurista y ambiciosa de prosperidad y por esos tiempos acechaba en la ciudad un ladronzuelo de triste figura pero con una picardía por demás encendida y por esos rasgos apodándole el Nina Nina.



Este bribonzuelo tenía la costumbre de robar en las noches las casas de los acaudalados con tanta facilidad, que la policía nunca podía atraparlo, ni probarle delito alguno. Sin embargo, el fruto de sus fechorías repartía entre las personas menesterosas. 



Las autoridades en algún momento de su desesperación, por encontrarlo habían ofrecido jugosas recompensas por su captura, pero esta se hacía incomprensible que cuando ya lo tenían atrapado, este desaparecía del lugar.



Como todo ser humano atrapado por la ambición cometió el pecado de entrar una tarde a robar a la casa de una familia necesitada, perdiendo en ese momento la gracia protectora, pues no contó con la presencia de los dueños de casa, que al sorprenderlo le hirieron con un puñal y dándole por muerto lo dejaron en la calle.

Anselmo Belarmino arrepentido de su felonía invocó a su protectora a darle auxilio, la Virgen compadecida del dolor de su hijo lo llevó hasta su guarida que se encontraba muy cerca del socavón de la mina y le asistió en su agonía.

Los pobladores del lugar, extrañados por la ausencia del Nina Nina por varios días, procedieron a buscarlo y cuando lo encontraron grande fue su sorpresa ya que descubrieron su cuerpo sin vida a los pies de un retrato pintado de la Virgen de la Candelaria a la que él había ofrecido su devoción.



A partir de ese día y por la cercanía a la bocamina del yacimiento de plata los lugareños la llamaron la Virgen del Socavón.

CRONOLOGÍA

El Carnaval de Oruro tiene su origen en las invocaciones andinas a la Pachamama (madre tierra), al tío supay (diablo) de los parajes mineros y la Virgen Candelaria del Socavón, gestándose esta festividad en cinco periodos.

El primero se extiende desde los tiempos prehispánicos y coloniales, hasta la aparición de Nuestra Señora del Socavón en 1789 y su revelación en una cueva en el cerro Pie de Gallo.

Según cuenta la historia el lugar era ocupado por Anselmo Belarmino, conocido como el Nina Nina, quien en su agonía, después de ser herido en un robo fallido se confesó ladrón y devoto a la virgen.

En el segundo periodo de más de un siglo, entre 1789 y 1900, los mineros enterados por el descubrimiento de la imagen de la Virgen del Socavón, resuelven reverenciarla durante tres días al año, usando disfraces que imitaba la figura del diablo, al ritmo de contagiosa música.

El tercer periodo se registra de 1900 a 1940, cuando irrumpen las primeras comparsas devotas, entre las primeras de Diablada, morenada y tobas, quienes se concentraban en la plaza de la Ranchería, para luego bailar por las calles La Paz y Cochabamba, hasta llegar a la antigua capilla del Socavón. En ese tempo no participaban ni niños, ni mujeres.

Para el cuarto periodo, comprendido de 1940 a 1980, derribando los prejuicios, empleados del comercio, la banca, maestros, hasta militares se unieron a la entrada devocional del Carnaval de Oruro, siendo los "pijes" o "ch’arkas" quienes marcaron el futuro de la entrada con sus innovaciones.

En esta transición el Gobierno central nombra a Oruro como "Capital del Folklore de Bolivia", mientras más personas se interesan por llegar a participar de la fiesta devocional, además de crearse nuevos conjuntos, que hasta la actualidad bailan por fe a Nuestra Señora del Socavón.

El último periodo se marca desde la década de los ’80 hasta la actualidad, donde se vive el mayor esplendor de la festividad religiosa folklórica, además se logró para el Carnaval de Oruro el nombramiento de Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

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