lunes, 22 de enero de 2018

La cuasi desaparición de los Tobas del Sud

Domingo, faltan cinco días para la "Entrada del Sábado de Carnaval" de 1958; son las tres de la tarde soleada y calurosa. Sentada en la puerta de su casa, llora una madre la imprevista partida de su hijo hacia el cuartel; ya son varios días que su ausencia duele, la angustia se convierte en lágrimas y oración, implora a la Madre de Dios que su hijo que aún no cumplió los 17 años sea protegido por ella donde sea que se encuentre y en las circunstancias que fuere.

El lloro maternal se enlaza con el débil sonido de unas quenas y un tambor, creando en los pensamientos la figura del hijo sufriendo hambre e injusticias al estar lejos del hogar y sometido a férrea disciplina.

-"Ya no llores comadre, más bien vamos a ver el ensayo de los "tobitas", están en la calle Pagador...vamos"

- Ya comadre, vamos

La cuadra que las separa del lugar del ensayo es recorrida en pocos minutos y el sonido de la música de los Tobas cubre el sollozo de quien no concibe a su hijo lejos de su amparo. Juntas toman asiento en el pretil de una puerta de la concurrida calle, inundada de admiradores y curiosos de los pocos danzantes devotos de la Virgen del Socavón, pues no llegan a la veintena.

Pasos, saltos, corridas y paradas rítmicas al son de las melodías tradicionales de los Tobas son apreciadas por los ocasionales espectadores. Las evoluciones coreográficas se suceden una y otra vez, el cansancio domina a los danzantes y su guía, don Donato Cáceres, acompañado por sus segundos se aproxima al puesto de venta de los refrescos instalados por una de las vecinas, y justamente allí, se encuentran las dos comadres, la inconsolable y la consoladora; ambas escuchan el comentario de los cansados tobas:

-Parece que este año no vamos a estar en el Carnaval, la entrada es el sábado que viene y hasta ahora no tenemos pasante.

-Por eso no vienen más gente a los ensayos Dn. Donato...que hacemos!

- Ahora les diremos...no podemos entrar así tan poquitos, sin pasantes y tampoco hay más quenistas...sí, ahora mismo les diremos.

Los comentarios calan hondo en el corazón de la madre adolorida, que pensando siempre en su hijo ausente pregunta: Don Donato, qué tiene que hacer el pasante para que sigan bailando para la Virgen.

-Ah! Doña Modesta…primero hacer anotar la misa y después dar la comida y un poco de bebida a la gente después de la entrada y lo mismo el domingo y lunes pero, nadie quiere hacerse cargo, platita es pues… así que como no hay pasantes el sábado no bailamos, eso les voy a decir enseguida.

-Yo me hago cargo don Donato cómo no van a bailar para la Virgen.

Mañana mismo haré anotar la misa y el sábado tendrán su "Fideouchu" y su chicha, dígales eso don Donato.

En su mente y corazón de devota de la Virgen del Socavón y de madre, piensa y promete cumplir con los deberes de "pasante" de los Tobas en el Carnaval, pidiéndole con mucha fe y devoción, protección y amparo para el hijo ausente que ya es soldado.

La terrible pena y angustia es reemplazada por la alegría de "servir" a la Mamita del Socavón y de saber que su hijo está ya protegido por la Madre de Jesús el Salvador, en el cuartel y en toda su vida.

Promesa cumplida y bendición dada, aquel hijo nunca sufrió hambre ni allí en el deber patrio ni en su vida misma.

Fue el día que en casi el Conjunto Folklórico de los Tobas de la Zona Sud desapareció.

La Virgen del Socavón no lo quiso.

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