sábado, 29 de julio de 2017

Invasión de las huestes infernales en Oruro

Se abre la tierra y desde lo profundo del subsuelo sale el fuego del averno. Es la corte infernal que emigra de lo más recóndito del mal para tentar hasta el más duro de los humanos.

En la lejanía se escuchan el chas, chas, chas de las espuelas y al fondo se percibe una melodía alegre, que se entremezclan con los gritos diabólicos que alertan su presencia.

Una vez visibles, los siete pecados capitales siembran el caos para adueñarse de los incautos seres que despavoridos ven la tremenda invasión. Sin embargo, no logran su objetivo, porque al intentar la inminente conquista se encuentran con el Arcángel Miguel, quien agarrado de espada y un escudo con el símbolo de la Cruz, logra tomar el control de las huestes infernales.

Son hipnotizados y juntos llegan hasta los pies de la Virgen del Socavón, cuyos pecados son redimidos y salen tranquilos al ser bendecidos.

Esa es la historia que año tras año se vive en Oruro, la Capital del Folklore de Bolivia, y en su Carnaval la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Es ahí cuando las calles de la ciudad se visten de gala para ver el paso de los diablos en la danza de la diablada, única nacida en la Alta Tierra de los Urus.

El fuego traído desde el infierno se aprecia en su máximo esplendor durante la noche, cuando la Diablada Artística Urus rinde su homenaje de fe a la Virgen del Socavón. Se evoca ese momento fantástico y se convierte en surrealista, contagiando hasta el más extraño de esa energía que solo se irradia en el Carnaval de Oruro.

Es como estar en el averno mismo, con esas caretas horriblemente hermosas, se llega al corazón más frío del ser. La música es vital para mantener la alegría y bailar hasta el amanecer. Esa es la fuerza que tiene Oruro mediante su Carnaval, la obra ancestral con siglos y siglos de permanencia, que hoy es un legado de todos los orureños.



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