domingo, 23 de febrero de 2014

Poopo Los 50 años de una banda intercontinental



Aproximadamente a una legua al este de Villa Poopó, capital de la provincia Poopó del departamento de Oruro, se encuentra la diminuta comunidad de Qalajawira, que en idioma quechua significa Río de piedras. No es más que un grupo de media docena de casas de adobe y techo de paja, desordenadas en la suave pendiente que, desde el río, asciende hacia las faldas del cerro Khele Khele.

En primavera, una hierba amarilla, escasa y ondulada que se asemeja al pelaje de las cabras, tapiza la pampa que la circunda, como una lámina de cuero extendido sobre la boca de un bombo inmenso. Es un paisaje agreste rodeado de montañas de roca plomiza y tierra ocre con escasas posibilidades para la agricultura y aún para la tenencia de animales. No obstante, allí vivían algunas familias dedicadas al cultivo de la papa, la elaboración del chuño y el pastoreo de pequeños rebaños de llamas y ovejas, que apenas les daba para su subsistencia.

Hacia 1930, una de las familias que vivía en Qalajawira era la de don Esteban Gonzales y Juana Benito, quienes tuvieron dos hijos: Santiago (1932) y Sinforiano (1937). Ambos se criaron jugando por los alrededores de las casas, subiendo a las laderas de los cerros, ayudando en las labores agrícolas, en la elaboración del chuño y de la t’unta en las cristalinas aguas del río y llevando a pastear a los pequeños rebaños que poseían. Asistieron a la escuela primaria en Pampita, una comunidad vecina a la que debían dirigirse caminando. Allí aprendieron a leer, a escribir y algunas nociones básicas de aritmética y otras materias que, en aquella época y en esos parajes tan alejados de las ciudades, era lo que la educación formal podía ofrecer. CRECER. Así pasaron los años y los hermanos Gonzales fueron creciendo en la sencillez y la austeridad de su comunidad, una más entre otras similares, sin nada especial que la diferencie de sus vecinas Ancalliri, Vilaque, K’hoa o Chiricuyo, que de tan pequeñas, no figuran en los mapas.

A finales de los años 30, cuando Santiago y Sinforiano Gonzales eran niños, el país se recuperaba de la experiencia bélica con el Paraguay, hecho que había transformado profundamente la sociedad boliviana.

Andando el tiempo, los hermanos Gonzales terminarían siendo músicos. Santiago tocaría el bajo desde su adolescencia y Sinforiano se dedicaría a la trompeta y, a sus 26 años, fundaría una banda que llegaría a ser la más exitosa del país. Pero los inicios, los primeros acercamientos a la música, a la música de las bandas de instrumentos de bronce, iban a producirse allí mismo en Qalajawira…

Hacia la segunda mitad de la década de los años 40 y, a lo largo de los años 50, de vez en cuando, aparecía por el camino, un personaje que, a caballo, a lomo de mula o en bicicleta, llegaba hasta Qalajawira a pasar algunas temporadas. Era don Francisco Mamani, a quien apodaban el Chile y que luego llegaría a ser suegro de Sinforiano.

El Chile era músico de una banda del ejército en Oruro, que aprovechaba sus días libres para volver a su terruño a visitar a su familia. Vestía su uniforme militar con el orgullo propio de quien había participado en la Guerra del Chaco e impresionaba vivamente a los muchachos Gonzales quienes, para imitarlo, intentaron aprender a tocar la trompeta.

Francisco Mamani alentaba esa inquietud en los hermanos Gonzales prestándoles su instrumento e impartiéndoles lecciones preliminares y rudimentos del arte de su interpretación, y siguió apoyándolos por mucho tiempo más, sobre todo a Sinforiano, una vez que éste se convirtió en su yerno al casarse con su joven hija de 17 años, Inés Mamani.

Una vez aprendido el arte de la trompeta, Sinforiano Gonzales logra enrolarse a la banda de la Policía Boliviana en Oruro. Decidido a forjarse un futuro en esa institución, se aplicó al trabajo durante aproximadamente dos años, no obstante, un infortunado hecho cambiaría su destino. Él estaría en el “repaso” o práctica habitual de la banda, cuando recibió la triste noticia de que su padre acababa de morir. Prontamente obtuvo el permiso para dirigirse hasta Poopó, donde logró asistir al velorio de don Esteban, pero notó que necesitaría quedarse un día más para ayudar a su madre en el entierro y así lo hizo.

Cuando volvió a Oruro a reincorporarse a su trabajo, el comandante lo llamó ante su presencia y le increpó la demora. Sordo ante la justificada razón esgrimida por el músico, lejos de la compasión, el comandante lo abofeteó fuertemente en medio de insultos proferidos a gritos.

Esa misma tarde, dolido por la incomprensión, Sinforiano Gonzales presentó su baja de la Policía y, sin ya nada que hacer en Oruro, retornó a su pueblo, donde intentó varias estrategias para sobrevivir. Fue así que consiguió trabajar en la minería, en el alto socavón de Cóndor Iquiña ubicado a 4.650 metros de altura cerca de Villa Poopó, trabajo que realizaría por quince largos años.

Fue en esos días en los que, inquieto e incansable como era, enriquecía sus ocupaciones laborales con la práctica de la música, ya en solitario, ya con uno o dos amigos con quienes se reunía para interpretar huayños, bailecitos, cuecas y otros ritmos. Sinforiano Gonzales tenía alguna experiencia en ejecuciones musicales para animar fiestas pues, ocasionalmente, aceptaba peticiones para ese fin, de gente que venía a requerirlo de las comunidades vecinas.CONTRATO. Doña Inés Mamani recuerda que debía despertarse muy temprano para prepararle la comida a su esposo, quien desde las cuatro de la mañana intentaba perfeccionar melodías con la trompeta y menciona cómo, cierta vez, llegaron personas desde Huanuni a contratarlo, anoticiados de la presencia de un músico en las perdidas serranías de Poopó. Sinforiano aceptó el desafío y se comprometió a asistir ese fin de semana a honrar el contrato. Para ello acudió a un par de amigos y, en una escena que se antoja cinematográfica, una mañana muy temprano, los tres se encaminaron a pie, remontando los cerros, munidos de trompeta, bajo y bombo, a la fiesta de la famosa mina de estaño distante a muchas horas de camino.

Sinforiano Gonzales, casado y con hijos, se estableció en Villa Poopó. Si bien no abandonó del todo la casita de Qalajawira donde tenía pequeñas parcelas de siembra y pastoreo, paralelamente a su labor de minero, montó una pequeña tienda de abarrotes en su casa frente a la plaza del pueblo. Un buen día, mientras volvían del trabajo, varios amigos de la cooperativa minera le hicieron una petición. —Sinforiano— le dijo uno —tú que sabes tocar, ¿por qué no armas pues una bandita y tocas en la plaza? —Sí pues, unas retretas para distraernos—, acotó otro amigo. —Todo es trabajar y farrear no más—, entre risas, dijo un tercero.

Sinforiano estuvo de acuerdo porque él, como minero, sabía muy bien de los rigores de la vida en días vacíos cuando los trabajadores salían de interior mina para encontrarse con el frío, el viento y la desolación. Entonces, juntó a unos cuantos músicos más o menos principiantes que había por allí, su hermano Santiago entre ellos, y se dedicaron a practicar. Al poco tiempo, un domingo de 1962, la improvisada formación de apenas ocho operarios, subió discretamente los cinco escalones del quiosco de la plaza de Villa Poopó y rompió el silencio del pueblo con los primeros acordes de una sencilla melodía que, para Sinforiano Gonzales y los suyos, nunca más habría de callar. El pueblo entero reaccionó con entusiasmo y desde entonces las retretas dadas por la banda cada semana eran esperadas con expectación y alegría.

Así fue pasando el tiempo y las retretas de la banda de aficionados eran infaltables, hasta que un buen día, unos comerciantes que habían llegado a Poopó, sin duda a alguna de sus ferias, los escucharon y los contrataron para que amenizaran un matrimonio. Esa fue la ocasión propicia para bautizar la banda y dejar de ser solo un grupo de amigos que se reunían los domingos para tocar algunas piezas. Sinforiano Gonzales lo pensó un poco y terminó adoptando el nombre más lógico para quienes le debían todo a su tierra natal. Con una indisimulada sonrisa que delataba su satisfacción dijo: Poopó, Provincial Poopó.

El acto oficial de instauración de la banda se celebró el día sábado 4 de enero de 1964, en el marco de las celebraciones del año nuevo, en veneración al Niño Jesús, cuando las autoridades de Poopó (alcalde y corregidor), reconocieron y celebraron su fundación, posesionando al señor Sinforiano Gonzales Benito como Director de la Banda de diez músicos llamada Provincial Poopó de Oruro.

Desde su fundación, la Banda Provincial Poopó recorrió varias provincias del departamento de Oruro y en 1974, contratados por una morenada, viajaron a tocar a la fiesta de Pucarani, capital de la provincia Los Andes del departamento de La Paz. Para entonces la banda ya estaba conformada por 20 músicos y esa fue la primera vez que cruzaron las fronteras departamentales.

Sin embargo, para considerarse importante, toda banda debía tocar en el Carnaval de Oruro y la Poopó lo consiguió gracias al apoyo de don Genaro Frontanilla Vistas, un próspero empresario dueño de concesiones mineras en Poopó y un periódico en Oruro (El Expreso), quien en 1975 la contrató para que acompañe a la Diablada Auténtica de Oruro, más conocida como la “diablada de los mañazos”, el conjunto folklórico más antiguo del Carnaval orureño.

Es pertinente identificar la década de los años 80, cuando la familia Gonzales, y por consiguiente la banda toda, es decir, su administración (ya que contaba todavía con muchos operarios de las provincias Poopó, Avaroa y otras), se muda a Oruro, como la década de consolidación de una banda que, habiendo nacido como provincial, se perfila como una banda de importancia nacional.ABEL. Abel Gonzales Mamani nació en 1964 en Villa Poopó. Es el segundo hijo de Sinforiano Gonzales e Inés Mamani, y sería quien desde muy joven formaría parte del sueño musical de su padre. A pesar de que Javier, su hermano mayor, también tocaría en la banda, Abel estaba predestinado, por su pasión y compromiso con la música, a ser el sucesor de su querido y admirado Papá Sinfo en la dirección de la Banda Poopó.

Nacido el mismo año en que se fundó la banda, sus primeros recuerdos se mezclan con el sonido de los instrumentos y, desde temprana edad, quiso ser músico de banda. Específicamente le atraían los platillos y aprovechaba el tiempo libre que le dejaban las tareas de siembra y pastoreo en las que ayudaba a la familia y, posteriormente, las vacaciones de la escuela Ismael Montes donde estudió la primaria, para dar rienda suelta a su pasión.

Con un tío se hizo construir un par de platillos, recortando las tapas de los envases de manteca argentina que don Sinfo utilizaba para la elaboración de pan, en una panadería que había abierto como uno más de los emprendimientos propios del ser trabajador e incansable que era. Como las tapas de las latas de manteca tenían agarradores, Abel vio siempre en ellas unos potenciales platillos. Así, armado de esos instrumentos, se iba a las afueras del pueblo y subía al cerro Khele Khele a tocar durante horas, ritmos de comparsa que escuchaba y memorizaba en las festividades de Poopó.MÚSICO. En un principio su padre no veía con buenos ojos la afición de su hijo, pues consideraba que la vida del músico era una vida dura y quería algo mejor para Abel y sus hermanos. Sin embargo, la perseverancia del muchacho pudo más y, un buen día, cuando la banda tenía un compromiso en Mina Bolívar, el propio Sinforiano Gonzales le dijo que lo aceptaba como platillero y viajaron con él. Abel tenía 12 años y ya estaba donde siempre había querido estar.

Abel Gonzales sería miembro estable de la banda desde entonces y su importancia crecería con el tiempo, hasta convertirse en una pieza fundamental. Su talento musical, así como su innegable olfato para aprovechar oportunidades, harían de su aporte un elemento crucial en el éxito de la banda, cuyos capítulos más gloriosos estaban todavía lejos en el tiempo.

Varios años después de acompañar a la Diablada Auténtica Oruro, la banda toca con la prestigiosa Morenada Central, uno de los conjuntos folklóricos más importantes del Carnaval orureño.

Dentro de la dinámica propia de una festividad como el Carnaval de Oruro, con un largo recorrido de complejos procesos sociológicos, la banda Poopó fue ganando terreno y conquistando el favor del público, gracias a la feliz confluencia de varios factores que inciden directamente en su consolidación hasta alcanzar el éxito como institución. Un éxito que, en la siguiente década, sobre todo a partir de 1993, será abrumador e incuestionable.

El primer viaje que realiza la banda Poopó fuera de las fronteras nacionales se produce en 1979 cuando participan en la fiesta de la Candelaria en Puno, Perú, donde obtienen el primer premio otorgado por la Federación Folklórica de Puno por su excelente interpretación.

La banda, que había viajado con su nombre original de Provincial Poopó, luego de esa experiencia decide cambiarlo por el de Banda Internacional Espectacular Poopó, en justicia a los logros obtenidos. Y es con ese nombre que, durante la década de los años 80, participa en el Carnaval de Oruro, donde afianza su personalidad institucional, gracias a sus esmeradas interpretaciones musicales y la feliz combinación de otros elementos.UNIFORME. Precisamente, un aspecto ajeno a lo estrictamente musical, le confiere un sello de identidad distinguido. Otra vez es Abel Mamani el responsable de esta jugada maestra. Nos referimos al emblemático uniforme de saco rojo, pantalón y sombrero marfil que hacen a la banda Poopó reconocible en cualquier parte.

Durante todos sus años de vida, la banda había ensayado varios uniformes. Desde que naciera sin uno definido, cuando los músicos recurrían a los ternos de colores oscuros que poseían, pasando por los ponchos color vicuña, los trajes cafés, hasta llegar a los uniformes de saco azul, corbata gris y pantalón plomo con el que tocaron durante varios años durante los años 70, no existía una clara distinción de la Poopó con otras bandas del Carnaval de Oruro.

Abel Gonzales recuerda haber visto por televisión la inauguración de un importante evento deportivo (probablemente el de las Olimpiadas de Montreal en 1976), en la que la delegación canadiense desfiló con un vistoso traje de saco rojo y pantalón blanco en obvia alusión a la bandera de ese país. La imagen quedó grabada en él y se juró lograr que algún día, la banda vista de forma similar. ¿Por qué? Porque su talento nato para el marketing le hizo ver el potencial de ese combinado que resultaría tan atrayente en medio de los sobrios colores de las demás bandas de música.

Un buen día se armó de coraje y se lo propuso al director, su padre, hombre de férrea disciplina forjada en el trabajo constante, quien en un primer momento no quiso ni escuchar hablar de semejante ocurrencia. Pero Abel insistió e insistió durante años, hasta que, harto ya, don Sinforiano convocó a la banda y les comunicó que el traje que harían confeccionar para lucir en el siguiente carnaval sería ése.

Se armó un alboroto y casi toda la banda amenazó con renunciar. ¡Cómo pues! ¿Saco rojo? ¿Rojo? ¡Ni que fuéramos payasos! Don Sinforiano estuvo a punto de ceder, pero Abel se incorporó y les dijo: ¡Los que quieran irse pueden hacerlo, pero la banda entrará con ese uniforme! Al poco tiempo, a medida que ya se acercaba el carnaval, comenzó el solitario peregrinar de los músicos a la casa Gonzales a recoger las telas roja y marfil, para hacerse confeccionar el nuevo traje.

1990 es el año en que la Banda Internacional Poopó realiza varios viajes al extranjero. En abril, acompaña a la Diablada Ferroviaria a Colombia y se presentan en el Segundo Festival Iberoamericano de Teatro realizado del 6 al 15 de dicho mes en la ciudad de Bogotá.

El 2 de agosto, viajan a la Argentina por invitación del consulado boliviano en Córdoba, ocasión en que los residentes bolivianos otorgaron plaquetas de reconocimiento a la banda.

El 5 de octubre, visitan el Brasil y de ahí vuelan a Europa para presentarse en Londres, Inglaterra el día 6 de octubre. Al día siguiente, la banda se traslada a España y participa del Segundo Festival Tardor de Barcelona y en el quinto Festival Iberoamericano de Cádiz. Luego viajan a Italia. En poco más de medio año han tocado en seis países de dos continentes y obviamente, la banda que había nacido como provincial y que ya era denominada internacional, pasó a llamarse con justa razón, intercontinental gracias a su periplo europeo.

Al año siguiente, el 16 de abril de 1991 tocan en Panamá y tres días después lo hacen en México, en el Tercer Festival Indigenista, oportunidad en la que también acompañan a la Diablada Ferroviaria por el DF, Puebla y Ciudad Hidalgo.

Otra ocasión importante en que la banda estuvo presente fue el 15 de abril de 1992, fue cuando, siempre acompañando a la Diablada Ferroviaria, se presentaron frente a varios presidentes y altas autoridades en la Casa de la Moneda de Santiago de Chile, donde interpretaron la cueca Viva mi patria Bolivia.

Entre el 2001 y el 2011, la banda realizó viajes a Lima, Perú; a la fiesta Charrúa de Buenos Aires, Argentina. A Iquique y Arica en Chile y fue invitada por primera vez al Festival Boliviano en Virginia, Estados Unidos de Norteamérica, ocasión en la que también visitaron las ciudades de Los Ángeles, Nueva York, Miami, Chicago, Houston, e incluso llegaron hasta el Canadá.

Desde entonces, las participaciones de la banda en eventos como la fiesta Charrúa en la Argentina y el festival boliviano en los Estados Unidos se repiten casi anualmente.

DIRECCIÓN. Sinforiano Gonzales Benito falleció en Oruro a los 75 años de edad, el 23 de diciembre de 2012 y sus restos descansan en el cementerio de Poopó. Desde ese mismo momento, Abel Gonzales se hizo cargo de la dirección de la banda, que cuenta con la participación de su hermano Javier y sigue siendo una empresa familiar.

Aunque profundamente dolido por la pérdida de su padre, Abel Gonzales no se permitió ni un minuto de pausa para encaminar, por todo lo alto, a la banda a la celebración de sus Bodas de Oro y, además de todo el programa de festejos, que incluye la presentación de este libro, la grabación de un disco con las más emblemáticas composiciones de la banda y varias otras actividades, en memoria de su padre, se ha propuesto trabajar para la concreción de un sueño: la construcción de la Escuela de Música “Sinforiano Gonzales Benito” en Villa Poopó.

Los planes y proyectos de su director para la banda son muchos y muy ambiciosos pues, como su padre, sabe que la banda ocupará el centro de su atención y cuidados hasta que Dios le dé fuerzas para ello.

Entrevistado recientemente por un periódico, tras el más reciente viaje de la banda a los Estados Unidos de Norteamérica, Abel Gonzales declaró: “La Poopó es la imagen de las bandas, uno no puede estar triste, es nuestra responsabilidad, es nuestro arte, y donde vamos llevamos alegría a la gente. Somos intercontinentales, queremos ser ¡intergalácticos!”HISTORIA. Si bien la historia de la Banda Intercontinental Poopó está por hacerse, tarea propia de investigadores de temas culturales y musicológicos, hasta aquí hemos narrado a grandes rasgos los momentos más importantes de esta agrupación musical, que con esfuerzo y perseverancia ha alcanzado el éxito y es, en la actualidad, la banda más virtuosa, más grande, más espectacular, más talentosa, en suma, la mejor banda del Carnaval de Oruro y por ende de Bolivia.

Toda una vida regalando su arte a millones de personas, enriqueciendo con su música las fiestas más importantes y llevando la música boliviana a través del mundo, hacen de la Banda Intercontinental Poopó un referente indiscutible de la cultura popular y de la historia del país.





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